martes, 30 de marzo de 2010

Taquicardia: El corazón acelerado y fibrilacion auricular

El corazón de una persona adulta y sin pro­blemas de salud late entre 60 y cien veces por minuto. Llamamos taquicardia a la pre­sencia de una frecuencia cardíaca por enci­ma de cien latidos por minuto en situaciones de reposo, puesto que cuando esta cifra se alcanza durante la actividad deportiva se considera una frecuencia normal.

Algunas taquicardias son banales y no ne­cesitan tratamiento, pero otras pueden poner en peligro la vida del paciente. El tratamiento de las taquicardias es variable, y dependien­do de la causa que la origine puede requerir desde tratamiento farmacológico hasta la realización de intervenciones más complejas. El diagnóstico específico de la taquicardia es esencial para un tratamiento correcto.

¿Sintomas de taquicardias?

Si el corazón late muy deprisa, puede ser que éste no sea capaz de bombear la sangre que necesita el cerebro y el resto de órganos para funcionar adecuadamente. Por este motivo, se puede producir mareo, fatiga, pesadez de cabeza, palpitaciones (sensación desagradable de percepción del latido cardíaco), dolor de pecho, visión borrosa o caída al suelo con pérdida de conocimiento. Algunas veces, las taquicardias no producen síntomas y son descubiertas en una exploración rutinaria por el médico.

Problemas en el ritmo cardíaco

El corazón está compuesto de cuatro cavi­dades; las dos superiores se denominan aurí­culas y las dos inferiores ventrículos. El impul­so cardíaco normal se origina en la aurícula derecha y se transmite a través de un impulso eléctrico a los ventrículos. En personas con taquicardias, se interrumpe el ritmo cardíaco normal en algún lugar del recorrido eléctrico, provocando que el corazón lata más deprisa.

Las taquicardias se clasifican de acuerdo con el lugar en que se originan (aurículas o ventrículos). Entre las que se originan en las aurículas destaca la taquicardia sinusal (rít­mica), la fibrilación auricular (arritmia soste­nida más frecuente en la cual el corazón, en ausencia de tratamiento, late de forma muy rápida e irregular), el flutter auricular (similar a la anterior aunque el ritmo cardíaco suele ser regular), la taquicardia auricular y la ta­quicardia supraventricular.

Documentar la arritmia

Para el tratamiento de una taquicardia, el médico necesita documentar el tipo de ta­quicardia que tiene el paciente. Esto se puede realizar mediante la monitorización cardía­ca en la consulta, durante la vida cotidiana mediante el uso de aparatos que registran la actividad cardíaca o en el hospital mediante el intento de desencadenamiento de la taqui­cardia bajo la supervisión de un médico.

Las pruebas que tratan de documentar la taquicardia incluyen un electrocardiograma, un Holter (aparato que registra la actividad cardíaca durante 24 horas) o un grabador de eventos (el paciente activa la grabación de la actividad cardíaca ante la presencia de síntomas). Las pruebas que tratan de desen­cadenar la taquicardia incluyen una prueba de esfuerzo o un estudio electrofisiológico (introducción de catéteres en el interior de las cavidades cardíacas para el registro y ge­neración de impulsos eléctricos).

Es posible que el cardiólogo solicite, ade­más, una serie de pruebas para comprobar el funcionamiento del corazón entre las que se incluyen un ecocardiograma o una coro­nariografía.

El tratamiento depende del tipo de taqui­cardia, de los síntomas que produzca, de la frecuencia de los episodios y de la presencia o no de enfermedad cardíaca subyacente. De esta manera, el cardiólogo puede pres­cribir la toma de medicamentos para con­trolar la frecuencia cardíaca o para prevenir la recurrencia de episodios. Además, puede ser necesaria la realización de una ablación cardíaca (curación de una taquicardia me­diante la aplicación de calor en alguna zona del corazón con el uso de un catéter que se introduce en el corazón de forma mínima­mente invasiva) o la colocación de un dispo­sitivo desfibrilador, similar a un marcapasos, que es capaz de tratar de forma eficaz las taquicardias más peligrosas.

lunes, 15 de marzo de 2010

La obesidad infantil: Una nueva epidemia

Son muchas las noticias que nos llegan acerca de que nuestros niños tienen sobrepeso. Y es que la obesidad del adulto, en la mayoría de los casos, está causada por unos malos hábitos en la infancia Pero, ¿estamos ante una epidemia? ¿Cómo frenarla?

En la actualidad la obesidad infantil se reconoce como un problema de salud pública; tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su 57ª asamblea del año 2004 la declaró cómo epidemia del siglo XXI. Para evitarla esta organización internacional estableció un programa, denominado NAOS (Nutrición, Actividad Física, Obesidad y Salud). La obesidad se caracteriza por un aumento de la masa corporal grasa. Para saber si un niño está gordo debemos relacionar su peso con la estatura y con la edad. La mejor forma de hacerlo es mediante el cálculo del Índice de Masa Corporal (IMC). En los adultos se considera obesidad cuando el IMC es mayor de 30 y sobrepeso cuando está entre 25 y 30. En los niños va aumentando con la edad y se debe consultar las tablas adecuadas, por ejemplo un IMC de 20 a los 5 años es obesidad y a los 12 años normal.

La realidad es…

Desgraciadamente, en España, según datos del estudio enKid, un 26 por ciento de la población infantil y juvenil (2-24 años) presenta sobrepeso; esto es, uno de cada cuatro niños y adolescentes pesa más de lo recomendable. Las mayores cifras se concentran en la prepubertad y, en concreto, en el grupo de edad de 6 a 12 años, con un 16,1 por ciento de niños obesos. En los últimos 20 años ha aumentado el número de niños obesos. En España, en 1984, 5 de cada 100 niños en edad escolar eran obesos (Estudio Paidos) mientras que en el 2000 15 de cada 100 niños son obesos (Estudio enKid). Se observan diferencias significativas entre comunidades autónomas, siendo Canarias la comunidad con mayor frecuencia de obesidad infantil y Cataluña y parte de Aragón las de menor. La obesidad en la edad adulta esta asociada a la aparición de múltiples problemas de salud, entre ellos hipertensión, enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. Sabemos que el 40 por ciento de los niños obesos siguen ganando peso durante la adolescencia y que el 75-80% de los adolescentes obesos serán adultos obesos. Durante la infancia la obesidad se asocia a disminución de la autoestima, depresión, acentuación de las desviaciones de columna, aumento lesiones articulares, pie plano, dolores óseos, puede aparecer ya la hipertensión y en la adolescencia la diabetes tipo 2.

Las causas

La obesidad se debe al desequilibro entre el ingreso de energía y el gasto de la misma. Esto se puede deber a: defectos genéticos (menos del 5% de los casos) a enfermedades, a fármacos y fundamentalmente a factores ambientales.

Factores ambientales

Son los que mas han influido en el aumento de frecuencia de la obesidad infantil.

Nutrición del feto durante el embarazo y del recién nacido: la desnutrición fetal aumenta el riesgo de obesidad posterior y existe un aumento de niños que nacen con bajo peso. Un dato importante es el efecto protector de la lactancia materna.

Ambiente familiar: La obesidad de los padres (70-80% de los niños obesos poseen un progenitor obeso), los hábitos de alimentación de los padres, las dietas desequilibradas, el tipo de alimentos que se compran, van a influir en el aprendizaje de los niños. La comida en familia disminuye el riesgo de obesidad que aumenta en los niños que comen solos o están mucho tiempo solos en casa.

Alimentación: El mayor factor de riesgo en el momento actual es el aumento de consumo de hidratos de carbono refinados y el escaso consumo de fibra por disminución de la toma de frutas y verduras.

Actividad física espontánea es la suma de sus actividades normales tales como juego, paseo, asistencia a clase, tiempo de ordenador y de televisión, todo ello influenciado por el estilo de vida del niño, es la que tiene mayor contribución al gasto energético. En el momento actual la mayoría de los niños dedica más tiempo al ordenador y TV que al juego.

¿Qué debemos hacer?

Para prevenir la obesidad debemos hacer que el ingreso de energía sea igual al gasto y para tratarla que el ingreso sea menor que el gasto.

- Disminuyendo la cantidad de comida se logra comiendo en platos pequeños, evitando el “picoteo”, el niño debe hacer todas las comidas (desayuno, comida, merienda, cena y media mañana según el horario) para evitar llegar con excesivo apetito a la siguiente comida.

- Disminuyendo la densidad calórica de la comida aumentando el consumo de frutas y verduras y disminuyendo el de frutos secos, los chocolates, los quesos, etc.

APRENDIZAJE DE LA ALIMENTACIÓN

_ Enseñar al niño a comer con horario

_ Enseñar a elegir los alimentos

_ Evitar comidas abundantes

_ La leche y el yogur son necesarios pero no deben sustituir a las frutas

_ Las legumbres se deben tomar varias veces a la semana

_ Ofertar diariamente: verduras y frutas que debe aprender a aceptar

_ Consumir la fruta preferentemente entera. Menos frecuencia de zumos.

_ Enseñar al niño a desayunar. Debe tomar cereales

_ No debe abusar de chucherías, dulces y bollos

_ Aprender a no tomar bebidas azucaradas

_ Jugar con el niño. El momento de comer debe ser agradable y tranquilo

Fuente: Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría.

An Pediatr (Barc). 2006;65(6):607-15.

EL EJERCICIO FÍSICO PARA ELLOS

Aeróbico: que consuma oxígeno y produzca “pocas agujetas” (caminar, aeróbic, baile, ciclismo, carreras lentas, gimnasia, fútbol, baloncesto, tenis, natación, balonmano, voleibol, patinaje, remo).

De bajo impacto, en fases iniciales: escasa sobrecarga sobre articulaciones (caminar, ciclismo, bicicleta estática, natación, aeróbic de bajo impacto, remo).

Progresivo: empezando con 10 minutos en niños muy obesos e ir incrementando lentamente la duración (5 minutos cada 15-30 días) hasta un mínimo de media hora diaria (ideal: 1 hora al día).

Diario, o al menos, 5 días a la semana. En casos de hipercolesterolemia el ejercicio deberá

ser todos los días de la semana.

En grupo, si es posible. El senderismo, las carreras populares, los paseos en bicicleta y los deportes en la playa cumplen los requisitos anteriormente mencionados.

Para aumentar el ejercicio en los niños lo más útil es disminuir las actividades sedentarias. Es necesario controlar el uso o abuso de la televisión, internet, videojuegos.

Fuente: Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría.

MODIFICACIÓN DE LA CONDUCTA

_ No ir a la compra con el niño.

_ Servir el plato desde la cocina. No poner fuentes en la mesa.

_ Masticar la comida despacio.

_ Comer sentado en la mesa. Nunca comer de pie.

_ Nunca comer mientras se realice otra actividad (TV, cine).

_ Recompensar la pérdida de peso con algo que no sea comida.

_ Toda la familia debe implicarse en el tratamiento.

Fuente: Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría.